Nuestra Historia

Santiago y nuestra zona centro, coinciden en su geografía y límites con la historia humana y divina que se ha tejido entre sus calles, casas, edificios y templos. Es también la historia de un país que nace al centro de la antigua Plaza Mayor.

Desde su fundación, a los pies del cerro Huelen, que luego fue llamado Santa Lucía, por don Pedro de Valdivia; en honor a la patrona de los no videntes; Santiago del Nuevo extremo, con su cañada, que hoy es la Alameda, tuvo vocación de ciudad. Así fue como encomendada a la protección de la Virgen del Perpetuo Socorro en la ermita que luego sería nuestra Parroquia de San Francisco en la Alameda, comenzó a crecer y configurarse como la capital de esta tierra.

“La Ciudad de Dios”, se le llamó por algunos, en alusión directa a los numerosos templos ubicados entre la ermita de Santa Lucía y el límite poniente del río Mapocho.

Con los años, hoy 479, de su fundación, nuestra ciudad se ha expandido hasta llegar a ser una metrópolis, en la que, aquel Santiago de la Alameda de las Delicias y los templos majestosos y la Plaza Mayor, se ubican como una comuna, que contiene el centro histórico de la ciudad. Es esta, como decíamos al inicio, nuestra Zona Centro de la Arquidiócesis de Santiago.

Hoy nuestra Zona es habitada aproximadamente por 470 mil habitantes con un gran incremento de hermanos migrantes que han venido a vivir en la comuna.  Casi 3 millones de personas trabajan, estudian, se recrean, hacen negocios, son usuarios de este sector y muchos de ellos participan en la celebración de las numerosas misas que se celebran, lo cual constituye un desafío permanente para la evangelización.

Actualmente la zona se compone de 6 decanatos, que son unidades territoriales que contienen entre 5 y 6 parroquias, estos son el decanato Matta, Centro, Franklin, Yungay, Blanco y Salvador entre todos suman 30 parroquias físicas y 3 ambientales, entre las que están ciertamente las más antiguas de Chile. En ellas se celebra la eucaristía, los sacramentos se vive la solidaridad que crece en la vida comunitaria.

En cada parroquia se pueden encontrar hombres, mujeres, niños, ancianos, que se acercan no sólo a los sacramentos, sino que en busca de la experiencia espiritual, comunitaria y fundamentalmente de la Eucaristía.

Las características ambientales de la zona, han permitido desarrollar propuestas pastorales acorde a los tiempos y sus exigencias, es decir,  Pastoral de la Escucha, Pastoral de Movilidad Humana, Pastoral para Ambientes Bien Tratantes, además de la habitual formación de Iniciación Cristiana de Adultos, Espiritualidad Misionera y Catequesis Sacramental. La Pastoral Juvenil, Pastoral Escolar, Pastoral Social, Pastoral Familiar, son otras áreas en las que la zona desarrolla sus proyectos y actividades en forma permanente.

La centralidad de la vida Eucarística, es sin duda un signo muy fuerte en la zona y lo que fundamenta la participación y la comunión.

Diariamente en la zona Centro se celebra en distintos horarios decenas de Eucaristías en parroquias, iglesias públicas, santuarios, conventos y la Catedral; lo que marca el centro de la vida eclesial de la zona.

De esta profunda adhesión al Señor, también nacen diversas formas de caridad y de amor al prójimo más pobre y más marginado, que viven solos, que son ancianos o niños, enfermos, en los hospitales o edificios, en las calles, barrios y plazas de la  ciudad.

El desafío de la evangelización palpita en cada rincón de nuestra zona y por eso es que nuestra Vicaría a través de los distintos servicios pastorales, colabora permanentemente en cada decanato y parroquia, porque sabemos que en este espacio es posible tener un profundo encuentro con Cristo, que convierta, que llame y motive a la vocación de ser  discípulos – misioneros, en medio de nuestra ciudad, en la diversidad en que vivimos, en medio de los colores y también de los grises, a veces en medio de la indiferencia, de la violencia, el individualismo y el consumo. Pero la mayoría en medio de las personas, que son nuestro prójimo, entre sus afanes, tareas, trabajos, entre la vida misma que camina por nuestras calles, paseos y parques.

Sabemos que nuestra zona tiene sed de Dios y que cada hombre y mujer que vive o circula por aquí lo siente y estamos dispuestos a “dar razón de nuestra esperanza” … ser discípulos misioneros de Jesucristo, para que nuestra Zona Tenga Vida y Vida en Abundancia”.