El dogma de la Asunción de María, también llamada “Dormición de María”, tiene sus raíces en los primeros siglos de la Iglesia.
La Iglesia Católica enseña que cuando María terminó su vida terrenal, Dios la elevó en cuerpo y alma al cielo.
Según San Juan Damasceno, en el Concilio de Calcedonia del 451 d.C., el emperador romano Marciano solicitó el cuerpo de la Madre de Dios. San Juvenal, que era Obispo de Jerusalén, respondió “que María murió en presencia de todos los apóstoles, pero que su tumba, cuando se abrió a petición de Santo Tomás, fue hallada vacía; de donde los apóstoles concluyeron que el cuerpo fue llevado al cielo”.
En el siglo VIII, alrededor de la época del Papa Adriano, la Iglesia comenzó a cambiar su terminología, renombrando la fiesta del “Memorial de María” a la “Asunción de María”.
La creencia en la Asunción de María fue una tradición muy extendida y una frecuente meditación en los escritos de los santos a través de los siglos. Sin embargo, no se definió oficialmente hasta el siglo pasado.
En 1950, el Papa Pío XII hizo una declaración infalible “ex-cathedra” en la constitución apostólica Munificentissimus Deus, definiendo oficialmente el dogma de la Asunción.
“Con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo”, escribió el Papa.
